Después de la Cumbre de París la respuesta sigue siendo la misma, se trata de cambiar el sistema y no el clima

“Reconociendo también que el cambio climático es un problema común de la humanidad, por lo que las Partes, al adoptar medidas para hacer frente al cambio climático, deberían respetar, promover y tomar en consideración sus respectivas obligaciones con respecto a los derechos humanos, el derecho a la salud, los derechos de los pueblos indígenas, las comunidades locales, los migrantes, los niños, las personas con discapacidad y las personas en situaciones de vulnerabilidad y el derecho al desarrollo, así como la igualdad de género, el empoderamiento de la mujer y la equidad intergeneracional.

De la Convención de París sobre Cambio Climático-COP 21

 

Entre los enunciados y la realidad la diferencia es sideral. La cumbre de París sobre el Cambio Climático volvió a ser una gran farsa.

El 12 de diciembre culminó la COP 21 y como dice el comunicado de Vía Campesina “los jefes de Estados retomaron el centro del escenario para tranquilizar sus conciencias”. El documento final no produjo medidas eficaces y menos aún acciones precisas para luchar contra el calentamiento.

«El Acuerdo está lleno de declaraciones de buenas intenciones pero casi ningún compromiso firme que avance hacia las respuestas que los pueblos necesitan con urgencia».

En el mejor de los casos este acuerdo, a lo sumo podrá atenuar pero no detener, la máquina destructora, pues al cabo de varias décadas de abuso y de emisiones de gases de efecto invernadero, el calentamiento del planeta es irreversible.

El cierre del encuentro, la algarabía de los presentes y las declaraciones de representantes de algunas ONG vinculadas a los países centrales trasmitieron al mundo que había quedado atrás el fracaso de Copenhague. Todo ello a pesar de la falta de compromisos, de las palabras vacías de contenido y  de supuestos compromisos sin que se hayan concretado las herramientas para lograrlo.

Muchas personas quedaron desconcertadas debido a la interpretación interesada que dieron la mayoría de los grandes medios periodísticos. Una vez más las grandes potencias mundiales lograron lo que buscaban.

Los objetivos de reducción de gases contaminantes a largo plazo son escasos. El acuerdo menciona como objetivo que se fije “en cuanto se pueda un pico para las emisiones mundiales de gas con efecto invernadero”. Se habla de pico pero no porcentaje establecidos en el acuerdo. En el propio debate se retrocedió pues mientras en el borrador inicial se fijaba como meta una reducción de esas emisiones del orden del 40 al 70 por ciento, e incluso hasta el 95 por ciento, en el texto final no se menciona cifra alguna.

Los medios hablaron de un concepto que el documento no explicita ya que se habla de que el documento es “legalmente vinculante”, pero los objetivos de reducción de emisiones de cada país serán voluntarios y sólo son «contribuciones» nacionales a partir de la presentación de planes de reducción de sus emisiones que sumados de ninguna manera garantizan la supuesta intención de no ir más allá de los 2 °C en el aumento de la temperatura a nivel global y muchos menos los 1,5 ° C “sugeridos” como ideales.

Ante esta realidad Vía Campesina sostiene: “nada de su contenido (por el documento final) es vinculante para los estados, las contribuciones nacionales nos llevan hacia un calentamiento global de más de 3°C, y las multinacionales son los principales beneficiarios”.

Acción por la Biodiversidad, explica claramente que: “el Acuerdo no cuestiona la principal causa de las emisiones de gases de efecto invernadero que es la quema de combustibles fósiles y por lo tanto no da ningún paso para la “descarbonización” de nuestras sociedades, ni en la transición hacia una sociedad en la que se disminuya el consumo de energía, se logre una justicia energética y se reemplacen los combustibles fósiles por energías renovables. La meta propuesta por la Sociedad Civil de dejar el 80 % de los hidrocarburos bajo tierra ni siquiera fue considerada”.

También es necesario señalar que en ningún lugar del acuerdo se cuestiona ni replantea el modelo agrícola industrial que es el responsable de por lo menos el 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de la incidencia de toda la cadena de producción industrial de alimentos. En esta realidad, adquiere especial fuerza el planteo de avanzar hacia un modelo agroecológico campesino centrado en la protección de los suelos y la biodiversidad.

Por su parte Amigos de la Tierra sostiene que: “carece (el documento final) de objetivos específicos y da pie a que los países puedan seguir emitiendo hasta la segunda mitad de siglo sin establecer un horizonte temporal para anular las emisiones, ni la cantidad indispensable de las mismas a mitigar. Precisamente por este motivo, el hecho de que el acuerdo sea vinculante solo en partes del acuerdo, no significa un gran paso en la lucha frente al cambio climático”.

Por otra parte, no está demás recordar que aunque América Latina solo es responsable del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero, muchas zonas del continente son vulnerables en un mundo que se calienta. La minería a cielo abierto, como el desplazamiento de los pueblos indígenas de nuestra América  siguen siendo grandes ausentes, en todos los debates.

El Acuerdo sigue abriendo las puertas a las falsas soluciones tales como la geoingeniería que supuestamente capturará las emisiones de CO2 y las “almacenará de forma segura” en profundas formaciones geológicas. Estas propuestas generarán nuevos problemas socioambientales sin hacer ningún aporte a las soluciones reales que nuestra sociedad necesita.

Mientras continúan los desmontes, avanza la frontera agropecuaria, se pierden cientos de hectáreas de bosques en manos de los grandes negociados inmobiliarios y sojeros. En la provincia de Buenos Aires, una de las provincias con menor cantidad de bosques y espacios verdes del país, tiene para su aprobación en la Cámara de Diputados el ordenamiento territorial de sus bosques nativos que de aprobarse pone en peligro todo el ecosistema ribereño desde el Delta del Paraná hasta la Bahía de Samborombon, entre otros.

En París volvieron a montar una farsa, con un acuerdo sin medidas eficaces y precisas para luchar contra el calentamiento, la vida nos vuelve a demostrar que el futuro de la humanidad ahora y siempre estará en manos de la movilización y la acción mancomunada de los pueblos para enfrentar al principal responsable: el sistema imperante a escala mundial.

 

¡¡El futuro es hoy!!

 

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