Inundaciones. La culpa no la tiene la naturaleza

Las inundaciones, con su secuela de muerte y destrucción, se suceden cada vez más a menudo. Se producen fenómenos socialmente devastadores, aunque la cantidad de lluvia no son las mayores de la historia, sino las mayores de los últimos años.

Aún recordamos a Tartagal, la crecida desmedida de los ríos Iguazú y Paraná, unos años después fue la ciudad de La Plata, Berisso y Ensenada, antes que termine el 2014 fue la cuenca del río Lujan y en febrero (y en dos ocasiones seguidas) en la provincia de Córdoba. 

Luego de cada inundación se escucharon decenas de falsas explicaciones, todas con un eje central: la culpa que tiene la naturaleza, llovió tanto en tan poco tiempo. Aunque el más grosero y provocativo de todos fue el gobernador De la Sota que habló de «un tsunami caído del cielo». 

Al margen de los dichos y mentiras de los funcionarios, tanto Tartagal, como los ríos del litoral o el Lujan y los hechos de Córdoba tienen un eje común la deforestación, el desmonte y los negocios inmobiliarios y agropecuarios que hay detrás de ello. 

En La Plata, hay que sumar el entubamiento de los arroyos, la ocupación de los valles de inundación de ríos y arroyos y el relleno de los humedales que interrumpe el normal funcionamiento de los cursos hídricos. 

La pérdida de cobertura forestal, no permite contener las intensas precipitaciones. 

Para el Dr. Raúl Montenegro, biólogo cordobés y presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente (FUNAM), lo ocurrido en las Sierras Chicas, no sólo fue por precipitaciones extensas en tiempos breves sino también por «esos ambientes serranos deforestados y por lo tanto cuencas hídricas donde el agua, en lugar de ingresar al subsuelo y la ‘esponja rocosa’, circula en superficie a gran velocidad. Este deterioro ambiental ha transformado a las sierras en peligrosos e impredecibles toboganes que llenan rápidamente los cursos de agua». 

Montenegro alertó que la situación ambiental de Córdoba es «pésima, ya que es una de las provincias ambientalmente peor administradas de Argentina. De los tres ecosistemas que la caracterizaban, la pampa herbácea, el bosque del espinal y el bosque chaqueño, la torpeza serial de las distintas gestiones, y muy especialmente las de José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti, hicieron que queden muestras insignificantes del pampeano y el espinal. Córdoba debe ser una de las únicas provincias de Argentina donde se han exterminado ecosistemas enteros», denunció. 

Montenegro también consideró «claro que parte de las tragedias urbanas por inundación son el resultado de las malas planificaciones municipales, con obras de infraestructura mal planteadas que obstaculizan el paso del agua y que permiten el asentamiento humano dentro de zonas de desborde. Es fundamental mejorar el sistema de planeamiento e incluso forzar la relocalización A la provincia le queda menos del 4% de sus bosques nativos originales y a pesar de la sanción de la Ley Nacional de Bosques, los desmontes para el desarrollo agropecuario y urbano arrasaron con bosques nativos en zonas frágiles». 

Según datos de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, entre 1998 y 2007, la deforestación en Córdoba alcanzó las 247.967 hectáreas. Desde la sanción de la Ley de Bosques, a fines de 2007, hasta mediados de 2013 se desmontaron 44.823 hectáreas, de las cuales 10.796 hectáreas eran bosques protegidos por la normativa. 

Según publica Tiempo Argentino, el biólogo Federico Kopta, del Foro Ambiental Córdoba, alertó que el 95% de los bosques naturales de Córdoba fue talado o depredado. «De las 12 millones de hectáreas que existían, sólo 600 mil subsisten hoy. Ese proceso de deforestación estuvo asociado al cultivo de soja desde mediados de los años 90», precisó, al tiempo que recordó que las cuencas hídricas se deterioran con «urbanizaciones, desmontes, incendios y flora exótica». 

Una de las cuestiones más trágicas de esta cruel realidad es que lo que dañado no tiene reparación alguna, y permisiva acción de los gobiernos se mantiene en la misma dirección. 

Ahora bien, aunque estemos hablando de una recurrencia de cien años, esto mismo nos dice que estos hechos pueden volver a suceder en cualquier momento. 

Por otro lado, no es un problema para algunas regiones del país. El área metropolitana no está ajena a ello. Ya sucedió en La Plata (con alrededor de 100 muertos). Todo el Gran Buenos Aires está a merced de fenómenos similares. Sino paramos la devastación de la biodiversidad del Río de la Plata (por ejemplo) será decenas las localidades bonaerenses que quedarán a merced de otras contingencias de la naturaleza, que parece que se estuviera defendiendo de las agresiones de las apetencias capitalistas, en manos de quienes están los grandes negocios inmobiliarios. La hora también reclama defender el Delta, la costa de Vicente López, la Reserva de Bernal, la Reserva de Hudson, la Selva Marginal, la Reserva de Punta Lara, y así de seguido hasta la bahía de Samborombón.  

Para tener muy en cuenta 

Los bosques, que contienen el 65 % de la diversidad biológica terrestre del planeta, aportan a las poblaciones humanas fuentes de proteínas, plantas medicinales y, materiales para la construcción y combustible, en forma directa. Y, en forma indirecta, contribuyen a la conservación de las fuentes de agua, la prevención de inundaciones y protección de los suelos. 

La Argentina es uno de los países que ha mostrado una mayor tasa de deforestación en los últimos años. Según datos de la Secretaria de Ambiente de la Nación, entre 2002 y 2006, la Argentina perdió 300.000 hectáreas de bosques por año, equivalente a 15 veces la ciudad de Buenos Aires, con más del 1% de tasa anual de deforestación (por encima del promedio mundial). A este ritmo, en menos de un siglo, se habrán perdido todos los bosques del país. 

La deforestación en la Argentina está impulsada fundamentalmente por el avance monopólico de la frontera agropecuaria y el negocio inmobiliario. 

En manos de la sociedad está poner fin a este asesinato premeditado.

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